Carol conocía bastante bien a Clara, con la que se pasaba horas hablando de lo que fuese. Ya estuviesen cada una en una punta, se llamaban y hablaban horas, o sino, para eso estaba el Internet. El tema que más abordaban era el que cada una sentía, el cariño hacia otra persona.
Clara daba muchos consejos a Carol sobre su relación con Inés, cuando estaba deprimida llegaba Clara con una sonrisa, unas palabras bonitas y hacer que Carol se olvidase, o se desahogase. Carol lloraba y Clara la consolaba. Luego, daban la vuelta a la tortilla y era Carol la que ayudaba a Clara, eran, y nunca mejor dicho, como el Sol y la Luna.
Carol estaba emocionada, radiante y llena de ilusión porque quedaba nada para el día uno, en el que ella planeaba ver a Inés. Carol la animó, le dijo que se expresase con totalidad, que hablase, que no se quedase con ganas de decirle lo mucho que la quería, aunque los demás pensasen mal, no era de su incumbencias y ella se merecía lo mejor.
Clara le explicó que debía regalarle algo, porque es con hechos con lo que se demuestra el cariño, y así fue. Carol le compró un detallito, le costó lo suyo pero merecía la pena. Ahora Carol volvía a necesitar a Clara. Carol quería describirle por primera vez a Inés el cariño que le tenía. Decírselo, contárselo, sin remordimientos ni miedos. Y necesitaba los consejos de Clara.
Y para más inri, Clara le haría el favor de acompañarla ese día, para que Carol tuviese cerca una mano amiga.