
Pero, a pesar del dolor nunca había llorado. Y es que nunca se puede decir nunca.
Despedirse de una prima segunda, una niña riquísima que sabe a chocolate negro que es muy bella, con sus rizos de tirabuzones, que a veces te pega, pero luego te da besos llenos de nata y abrazos con sirope de fresas. Despedirse de un niño, de esta chiquilla, pues como que no es fácil, menos si sale corriendo detrás de ti, llorando queriendo venir contigo, y tú intentas tragarte un segundo más tus lágrimas. Te quiere, te abraza, te besa, y te dice bien alto te quiero prima, y una no puede hacer nada.
Nada excepto huir durante un año más, esperar a que cumpla cuatro veranos y ganarte su cariño otra vez. Luego ya las lágrimas salen solas.
Entonces, ya no es un nunca.
Las despedidas son duras... pero suelen traer reencuentros. Así que aunque sean duras, sólo por los reencuentros, merecen la pena ;)
ResponderEliminarLas despedidas siempre son duras, pero ojalá que muy muy prontito podáis estar juntas de nuevo :)
ResponderEliminarUn besito color púrpura
Y tu dices que te gusta mi última entrada...! Este texto me encanta, me parece muy tierno, seguro que esa pequeña se sentiría muy bien si leyese esto, aunque obviamente con tres añitos no se lo vas a enseñar...:D
ResponderEliminarEstoy con La niña que escribió un sueño y con Mai en que las despedidas son duras, pero con el tiempo yo ya estoy casi acostumbrada a sobre llevarlas. Como sabes, yo tampoco veo durante todo el año a las personas que quiero...
Aún así, soy de las que después de despedirme lloran, o por lo menos me entran ganas, aunque no me sueldo dejar llevar publicamente por ese tipo se impulsos, ya que casi nunca merece la pena montar ese pequeño espectáculo. Jajaja.
Un beso.
(No quiero decir que llorar sea malo, que se puede entender eso...)
ResponderEliminarComo decía Bunbury:
ResponderEliminarNunca fue tan breve una despedida
Nunca me creí que fuera definitiva
Nunca quise tanto a nadie en mi vida
Nunca a un ser extraño le llamé mi familia
No vale la pena despedirse de alguien de quien quieres despedirte, y despedirse de la gente de la que no queremos despedirnos es amargo... pero también es amargo el más puro chocolate...