27 de julio de 2010

2.¡Vaya comienzo!

Lunes, un lunes con un nuevo comienzo. Soy profesora y después de un verano y varios meses de baja por maternidad vuelvo al trabajo. Siento dejar a Antonio en casa, mi pequeño Antonio, pero con los abuelos estará bien, y tengo que conocer a los nuevos alumnos de tercero y los más pequeños de segundo. Tengo la sensación de que me darán una gran tabarra durante los seis o siete meses que quedan de estudios... Llegué a una clase que no conocía, nunca le había dado clase, y al entrar por la puerta que no se cerraba por los golpes al pobre cerrojo, noté ese aire cargado de furia de estudiantes, gritos y algún que otro que saldría mal parado.Pero había algo más en ese aire, un sentimiento de tristeza pero a la vez lleno de amor, y sencilla amistad.
Fue duro aprenderse de sopetón tantos nombres, enseñar todo lo que deberían saber en tan pocas semanas como le quedaban en este trimestre. Pero con el empeño que puse bastó, sobre todo con esa gran sonrisa de la chica del primer nombre que me aprendí. Carolina. Era una sonrisa que te hacía llevadera la clase, además de su actitud ante los números, su comportamiento, era como si con ella fuese más fácil pasar una clase hablando, aunque sólo fuese por ella. Pero esa sonrisa que le brindaba cada día no era simplemente de alegría, sino que tenía una pizca de sentimiento de culpa, de tristeza, de echar de menos... Pero jamás conseguiría la confianza de Carol, era una alumna... Pobrecita-pensé-tanto dolor dentro de ella no la sentaría bien, pero cada vez que sonaba el timbre se levantaba, se acercaba a las que suponía serían sus amigas, Sonia, María y Carmen, creo recordar, y bueno, no se la veía muy divertida pero las tenía a ellas, ellas sabrían que hacer con su amiga.

Yo suelo que cada vez que entro por la puerta verde de las clases dedicar unos minutillos a preguntarles qué tal a los adolescentes que tengo delante, y poco a poco algunos reían y se interesaban (o mejor dicho) cotilleaban sobre temas privados de los demás, pero lo que conseguí, y que además no me sobró tiempo, fue las risas y las palabras de Carol. Se la veía risueña y con sus ojos brillantes en cada momento, algo muy insólito. Había veces que me regalaba una pequeña visita a mi mesa y me preguntaba algo sobre los absurdos números de cualquier ejercicio. Pero siempre amable, simpática, aunque no se le iba el rayo de tristeza. Como si fuese una huella en su corazón.

5 comentarios:

  1. Si queréis decir algo a o sobre Carol, o alguno de los personajes no lo dudéis! :9

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  2. Me gusta mucho lo que piensa la profesora de Carol, por lo menos la chica le da ánimo para seguir la clase.

    Un beso

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  3. Oh que lindo el oficio de profesora.. aunque algunos dias desgastantes :)
    A esos profesores interesados en la adolescencia.. son los que mas se recuerdam

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  4. Si, hay profesores que, no se como, tienen una intuicion especial para los posibles problemas de sus alumnos.
    Me gusta esta historia, sigue asi.
    Un beso! :)

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