29 de julio de 2010

4.Un contratiempo imprevisto.

Llegué al viernes con todas mis fuerzas, aunque a penúltima hora eran pocas y menos en esa clase. Mi primer asombro fue que había un nuevo cambio en la clase, cada alumno había cogido su mesa y su silla y la había colocado junto a otro compañero. Supuse que habría sido idea de la tutora, pero en realidad lo que pensaba era que estos adolescentes no eran tontos, se aburrían y se habían instalado en su nueva casa. Así que no le di mucha importancia, sí que pregunté, pero les hice el favor de no descolocarlos...
Pasó la clase sin preámbulos ni inconvenientes, pero esta vez Carol se notaba ausente, a parte de su corazón, claro está. Ella se había sentado al lado de Carmen, y juntas siempre se tomaban las clases al disfrute, sin jaleo. Pero hoy Carmen, le daba conversación, y Carol respondía con monosílabos. Ya me empecé a fijar en Carol, cuando se puso pálida y más cansada, apoyando su cabeza en la mano sujetándola como si pesase más que una bola de bolos. Comencé a preocuparme, por lo que le pregunté si estaba bien, y le obligué por su bien a salir, despejarse y tomar un poco el aire al pasillo. Se quedó fuera todo lo que quedaba de la hora, apoyada en la ventana próxima a la clase, respirando el aire fresco de la calle.
Al terminar la clase, salí rápidamente, aunque algunos de sus amigos se me habían adelantado.
-Venga Carol, a ti lo que te pasa es que de tanto pensar te echa humos la cabeza, no es bueno estudiar tanto.-le decía Carmen para ver si una broma le servía de medicina. Carol respondía con una sonrisa falsa pero agradecida.
-Toma, te he escrito un pequeño problema matemático que sé que a ti te gustan Carol, haber si pensando en otra cosa te pones mejor, además no sé como, Carmen lo ha respondido a la primera, pura chiripa, así que tú en un segundo lo lograrás.-con estas palabras le tendió un papel Óscar, un amigo suyo, y le dio un dulce beso en la mejilla.
-¿Cómo estás Carol?-llegué a preguntarle yo.
-Pues no muy bien, la cabeza me pesa, la noto ardiendo, como si de ella escapase humo.
-Relájate, te pondrás bien.- Y de esa manera tan seca me despedí.
-Adiós Inés.-respondió Carol con un atisbo de tristeza.
Yo no sabía que la semana siguiente y parte de la otra Carol no pisaría el colegio, ni la calle, y que ni vería su sonrisa, durante ese tiempo desaparecida
El martes siguiente comprobé con certeza que Carol no estaba allí, ni su sonrisa ni su corazón, pero enseguida me avisaron Carmen y Sonia del porqué. Carol, el mismo día de su dolor de cabeza, bueno la madrugada del día siguiente, fue operada de apendicitis. Ya habían ido ellas a verla, por lo que me dijeron que estaba bien, y que pronto le darían el alta, el deseado alta por todos los enfermos encerrados entre las paredes de los angustiosos hospitales. Aunque les hice saber a las dos amigas que le dijesen a Carol que se recuperase de mi parte. Por lo que luego me informé,había sido una de las tres profesoras del colegio que se habían preocupado de Carol.
Los siguientes días se la echaba de menos, a su colaboración, a su alegría, a sus textos y compañía.

4 comentarios:

  1. Ese tipo de personas siempre se echa de menos demasiado y nunca la apreciamos lo suficiente.

    Un saludo y espero que se recupere

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  2. Seguro que para Inés la clase no es lo mismo sin Carol...
    Haber si se recupera pronto. :D
    Un saludo.
    P.D: Mandame la plantilla.

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  3. ¡Hola! Te he encontrado a través de otro blog. Me encanta el tuyo, escribes genial ;)
    Un besito y pásate por el mío si quieres (http://algoparacontarblog.blogspot.com/), ¡muak!

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  4. Esas ausencias se notan, dejan huella.
    besoss

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Es un placer que estés comentando. :)