8 de enero de 2010

Muñecas.


Una muñeca, un corazón.
Cuando eres pequeña, pocas cosas de verdad coges cariñoy no las dejas. Pocas personas se cruzan en tu camino a los pocos años y sigues recordándolos con los años.Pero, de esas pocas cosas, una suave y blanda muñeca pertenece a ellas.
Cuando abres un regalo envuelto en papel de flores o de animales, cuando comienzas abriéndolo despacio por no querer romperlo pero acabas destrozándolo y haciéndolo pedazos para terminar cuanto antes, y ante tu cara de felicidad y asombro, aparece una pequeña muñeca. Una muñeca de trapo, de porcelana, de plástico, de papel... pero ya sabes que nombre ponerle, que peinado le conviene y que ropa mejor le sienta. Te levantas de la silla y junto con la cocinita y el conjunto de tazas de café, empiezas a crear una vida para tu nueva y permanente amiga. Tu muñeca.
Y cuando ya tienes tus preocupaciones, cuando eres una adolescente, una joven, una adulta, buscas entre los recuerdos, en el cajón de las cosas antiguas y ahí está. Tu muñeca llena de polvo pero con todo el cariño que le diste. Y la vuelves a abrazar, y cómo si el tiempo volviese atrás, empiezas a jugar otra vez con tu eterna amiga de la infancia.

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